jueves, diciembre 29

Sueños

Anoche tuve un sueño muy extraño. Más que extraño, era muy real. Últimamente lo que veo cuando estoy dormida no son cosas inverosímiles, sino que me resultan familiares y mis reacciones, porque siempre salgo yo en el sueño, son las mismas que las que hubiese tenido en la realidad.

Primero un sueño conocido de algo más conocido aún. Palabras escondidas y encontradas, los latidos llamando descontrolados, angustia al despertar. Todo ello en menos de un momento. Me desperté pensando que me había pasado de verdad. Y puede que sí, pero no así. Odio a veces recordar. Una vez vi una película en la que experimentaban con la memoria. Si no querías tener un recuerdo traumático de tu vida, te lo borraban, pero te dejaban pruebas y escritos de que eso había pasado, por si querías volver atrás. A veces pienso que es lo que necesito, al menos por un rato, no recordar.

Volví a dormir malamente y sin ganas después del primer sueño. Y volví a soñar. Esta vez estaba en una especie de prisión en cuyo suelo había huellas de animal. Las seguía y me encontraba con un hombre cuyos ojos estaban casi salidos de sus órbitas. Me contaba que había convertido sus genes de neandertal en los dominantes, pero que yendo más allá, había querido coger sus más antiguos genes para sacarlos a la luz. El resultado era grotesco. Su cuerpo no estaba preparado para esa transformación.

Me desperté y no volví a soñar.

martes, diciembre 27

Búsqueda

El sol no salía por mucho que intentara espantar las nubes. Seguían allí, siempre anidadas en el cielo. Soplaba, asustaba e incluso gritaba pero no conseguía nada. Ni la psicología inversa daba resultado. El sol se estaba yendo y tenía que aceptar ese hecho. Así que, por muy duro que le pareciera, intentó asimilar su nueva inusual situación. Pero era aterrador. ¿Cómo no podía haber sol? ¿Dónde estaba la luz que tantas veces había buceado en su piel? La luz...era lo que más echaba de menos. A veces podía llegar a quemar pero otras, hiciera frío o calor, paseaba con ella donde quiera que fuera. Ahora lo único que veía eran sombras, cada cual más grotesca que la anterior. A veces incluso parecía que se burlaban de ella por buscar desesperadamente el sol. Pero...si estaban allí las sombras era porque aún quedaba algo de luz. Sin ella no hay formas oscuras, no pueden existir.

Cada día iba a un sitio diferente a mirar el cielo y a buscar un pedacito de luz que se colara entre las nubes. Pero era muy difícil. Unas veces las nubes parecían querer tocar la tierra y se acercaban demasiado dificultando el camino y la visión; otros, dejaban escapar una torrencial lluvia que se colaba en todas partes, ni la voluntad permanecía seca ante tal despilfarro de agua.  Su esperanza se alejaba cada vez más, hasta que un día notó que las sombras eran más evidentes de lo normal, eso quería decir que había más luz; y entonces lo encontró: un pequeño hueco entre una nube de gran tamaño por donde se colaba un haz de luz de forma casi imposible. Dejó que su calor le tocara la mano y aunque era muy pequeño, lo notó. Le era tan familiar...

Pero al día siguiente, al despertar, la nube era frondosa y la luz no estaba. A partir de ese momento se dedicó a vagar por el mundo buscándola, a veces no tenía que moverse del sitio para ello, con recordar le bastaba. La volvió a encontrar en tantas ocasiones que perdió la cuenta, y nunca dejó de buscar.

domingo, diciembre 18

Sin título II

Cuando nos vamos apagando lentamente somos sombras, pero la luz que hemos ido dejando a lo largo del camino puede ser vista con facilidad si no cerramos los ojos. Nuestras pisadas dejan marcas en la nieve, y cuando hemos querido un poco de sombra bajo un árbol hemos dejado nuestro paso también, al igual que en la arena o simplemente en el aire, nuestro aroma viaja; a alguien puede llegarle de repente y, aunque no sepa de quién es, sabe que es de alguien que está en alguna parte.

Las fotos nos hacen recordar esas marcas. En ellas vemos lo que aún somos y lo que está debajo de toda esa sombra que nos consume. Sonrisas, muecas, abrazos...vida. Recordemos, que no se pierda la luz.

sábado, noviembre 26

Bucear, escalar y saltar

Devoraba libros como quien respira. Las páginas, a pesar de avanzar lentas, lo hacían fluidas. No le gustaba leer rápido por si se perdía alguna palabra importante, por eso leía con cautela, disfrutando las comas y los puntos, las ies y las haches intercaladas como si sonaran de verdad.

Llegó un momento en el que leyó tanto que apenas podía moverse por la habitación. Para pasar de un lado a otro tenía que bucear primero para escalar después, y más tarde saltar de una montaña a otra y, aún así, a veces no conseguía llegar a donde se había propuesto, ya que el camino le desviaba hacia otro sitio. Pero con tan buena suerte que quizás allí encontrara un libro que aún no había leído o que necesitaba recordar. Porque le gustaba recordar, tanto las páginas que le habían hecho temblar, como aquellas que no le habían dejado dormir. Recordar le hacía sentir que había formado parte de algo y que aún seguía allí y había sido parte de él. ¿Los recuerdos forman a la persona o es la persona la que da forma a los recuerdos?

viernes, noviembre 18

Pequeñas decisiones de pequeñas personas

Hace unos cuantos años, cuando era más bajita que ahora y mis preocupaciones eran el poder llegar a ver los dibujos a tiempo, me dieron a escoger el colegio al que quería ir. Mis padres me dieron dos nombres. Yo en ese momento no sabía cuál era cuál y contesté sin pensar, basándome el único criterio que creía válido: que allí iría mi mejor amiga y estaría con ella. Así que elegí ese y determiné mi futuro. ¿Pero qué hubiese pasado si hubiese ido al otro? Quizás ahora no sería como soy, conocería a otra gente y quizás mi vida sería totalmente diferente. Quizás no, estoy segura de que sería todo distinto. Puede que hasta mi forma de pensar y mis actos. ¿Hasta qué punto nos afecta el entorno en nuestro ser? Quizás cuando vamos perfilando nuestra personalidad en la soledad de nuestra mente, lo que hay fuera nos ayuda a moldearla también, de tal forma que nos condiciona.

Una pequeña decisión, en su momento para mí insignificante, podría haber supuesto mucho...un cambio total.

Curioso y aterrador.

domingo, octubre 23

Danza

El viento no se lleva los dolores por muy fuerte que venga. Tampoco las noticias ni las malas caras, las cuales me esperan en esa habitación con las persianas bajadas. Me meto en el periódico de siempre, soy animal de costumbres, y observo todo lo que me ofrece. Mierda y más mierda. Ajustes por aquí, mentiras por allá, una cara sonriendo a una cámara lejana y unos ojos fríos. Me dan ganas de vomitar frente a esa acumulación de basura. Tengo que dejarlo por el bien de mi salud, pero sigo un rato más para intentar crear una inmunidad. Misión fallida. Prefiero mirar por la ventana.

Cuando sopla el viento me gusta mirar los árboles que hay frente a mi casa. Parece que bailen agitados y me dan tranquilidad. Es un movimiento casi constante que va de un lado a otro impredecible. ¿Cuántas veces me habré quedado absorta de este modo? ¿Cuántos años han pasado ya desde que lo hice por primera vez? Sólo me percato del paso del tiempo mirando las arrugas de mis manos.

jueves, octubre 13

Vendiendo abrazos

Era el tercer cliente de la noche. El calor hacía que el negocio fuera muy bien. Eso, y la vuelta al trabajo. Más estrés, más preocupaciones, más peleas en casa, más búsqueda de rincones donde poder entrar y salir sin tener que decir nada.

Estaba tan cansada ese día que ni siquiera la importó que él la besara de esa forma tan extraña. "Busca algo más que sexo" pensó. No solían besarla, aunque ella tampoco se dejaba. Besar conlleva cariño. Vendía su cuerpo, pero había algo que no quería vender y era su alma. La única forma de mantenerse a flote era tener algo intacto, y esa era la boca. No la usaba con sus clientes de ninguna forma. Pero esa noche...él había llegado con una ansiosa tristeza. Le pareció que había estado buscando algo durante mucho tiempo, y ahora había decidido encontrarlo en esas zonas oscuras que no salen en los mapas, sabiendo que en realidad no había hallado más de lo que él se quería imaginar.

La estudió como para que su cuerpo le fuera conocido. La preguntó su nombre. Ella le dio el verdadero. Y desde ese momento él no paró de repetirlo. Cuanto más lo repetía más parecía que se conocieran. El sexo fue lento, triste, extraño...tan intenso que parecía de verdad. "Abrázame, por favor" dijo él al terminar. Extrañada, se acercó al hombre y lo hizo. Pasaron los segundos tan lentos que ella no supo si era otoño o ya había llegado el invierno. "Gracias, gracias de verdad". Pero las palabras las había dicho ella.

No volvió a saber de él jamás. Tampoco lo buscó. Sólo esperaba que hubiese encontrado lo que buscaba en otro sitio, en uno donde no se vendieran los abrazos al mejor postor.

lunes, octubre 10

Otoño color marrón

Un día te levantas y todas las hojas han caído. Así, de repente. La calle está llena de ellas, como si estuviesen esperando el momento oportuno en el que el calor se fuera y pudiesen dar paso de verdad al otoño. Un otoño caluroso no lo es realmente. Y ellas lo sabían, por eso esperaron un poco más.

El ambiente estaba raro sin un manto al caminar. Lo pensé día tras día. Ya no esperaba a que sucediera, lo daba todo por perdido. Quizás cuando dejas de esperar, todo es menos angustioso y cuando pasa es más emotivo aún. Entonces llegaron el frío, las nubes y esa luz tan clara que anuncia un invierno que llegará pronto. Los árboles bostezaron y se estiraron, haciendo que todo su cansancio, que el de los árboles es de un color marrón oscuro, cayera al suelo.

Cuando salí a la calle ya no tenía que ir con cuidado de no caerme, por fin las hojas lo cubrían todo y tapaban las grietas. Por fin.

viernes, septiembre 30

La señora de las gafas

Me desperté desorientada, miré el reloj y puse la radio. Era la primera vez que la escuchaba por mi propia voluntad desde hacía mucho tiempo, años quizás, muchos. Sintonicé la voz que quería escuchar. Me costó un rato, no era voz que se dejara encontrar tan fácilmente, pues las más graves se suelen esconder en zonas subterráneas. Cuando la encontré, le hablaba gente contando su situación económica, en este caso una anciana, que tenía que sobrevivir con una pensión de mierda que la daba lo justo para comer y poco más, pues no podía afrontar ningún tipo de gasto extraordinario, como fuera la compra de unas gafas que tenía rotas. Se me encogió el corazón al oír a la anciana desmoronarse en la radio. ¿Cómo habíamos llegado a esta situación? Una persona viviendo de esa manera, y como ella habría muchas más. ¿Por qué se hacen recortes donde ya no se puede recortar más? ¿Por qué siguen los grandes sueldos donde están y los grandes gastos y todo ese despilfarro de dinero? Es muy hipócrita decir que no hay dinero, pedir comprensión, cuando gastas cantidades vergonzosas en cosas que no sirven para nada o en visitas celestiales. El hijo de Dios iba en sandalias y vestía con trapos. ¿Por qué su representante en la tierra está rodeado de objetos brillantes cual urraca? Me le imagino durmiendo rodeado de joyas, como el tío Gilito, contando sus riquezas cada noche.

Cuando escuché a esa mujer, me di cuenta de que el dinero para mí no era nada, no lo necesitaba para sobrevivir, sino para vivir mejor. Tenía que dar con ella, tenía que ayudarla aunque fuera con lo poco que tenía. Yo no lo necesitaba, podía seguir viviendo sin ello. Conseguí su teléfono, pero no me decidí a llamarla hasta el día siguiente. Cuando iba a hacerlo me encontré con algo que nunca me hubiese imaginado: otras muchas personas la habían estado llamando desde el momento mismo en que llamó a la radio para ayudarla con lo que fuera. Siempre había pensado que el ser humano era egoísta por naturaleza, pero esa muestra de generosidad me ha hecho cambiar un poco mi opinión. ¿Aún queda bondad en el mundo? Creo que sí, más de lo que creemos.

jueves, septiembre 29

Lanzar piedras

No estaba ahí subido para tirarse al vacío, ni mucho menos, sólo quería tirar unas piedras. Desde que era pequeño le habían dicho que tirar piedras estaba mal, era de brutos y podías darle a alguien sin querer. Desde entonces, y sin que nadie le viera, se había dedicado a recoger piedras del camino y a guardarlas esperando el momento propicio. Tenía piedras de los sitios más extraños y de los más obvios también, quería que cuando lo lanzara todo, cada parte que había recorrido estuviera ahí. Lanzaba recuerdos, no piedras.

El momento era ese. Lo sentía. Había luz, pero no demasiada; el frío aleteaba, pero no con fuerza; es decir, había equilibrio. Subió al sitio más alto que conocía para comenzar con su tarea. ¿Cómo debía tirarlas? ¿Hacia arriba y dejar que cayeran? ¿O quizás mejor simplemente soltarlas? Nunca había tirado una, no sabía cómo hacerlo. Una marea de gente se había parado a mirar, pensaban que iba a saltar. ¿Sólo existía esa posibilidad? Maldita gente idiota...no ven más que una dirección y no saben mirar hacia los lados. Cuando vieran la lluvia de piedras se comerían sus palabras y puede que algún golpe también. Eso no le importaba, si estaba allí gritando de forma inhumana es que no sabían nada.

Empezó a contar. Uno, dos, tres, cuatro...

jueves, septiembre 22

Cambio de escenario

Déjame que te cierre los ojos para que veas lo que yo veo. ¿Ves esa rama? Desde ahí me caí una vez. Después me caí de esa otra más alta. Seguí subiendo y me volví a caer una y otra vez. Y cuanto más caía, más arriba decidía trepar. ¿Por qué? No lo sé, quizás sea un tanto masoquista, quizás quería saber hasta qué punto sangraban las heridas abiertas. Noté que éstas, por mucho que las tapara para no verlas, afloraban cada mañana con un rojo resplandor, gritándome que las cerrara. ¿Las ves? Aún me quedan cicatrices, pero ya no hablan, sólo susurran.

También quería enseñarte ese banco de ahí, el que está mirando al mar. Aunque no le miraras ya sabrías cuál es. Ahora las hojas nos han hecho una manta, para que nos tapemos cuando salga la luna y nos de frío, pero sin llegar a los pies, por si tenemos que huir porque nos persiguen arrebatos. Me gusta ese banco, y aunque apenas pase por ahí, cuando lo hago la escena cambia. ¿Se puede cambiar un escenario sin más y explicárselo a otra persona? Por eso quería cerrarte los ojos, ahora la visión es tuya.

miércoles, septiembre 14

Sin nombre

Al despertar le costó mucho abrir los ojos; la luz golpeaba la habitación en intervalos continuos. Claro, oscuro, claro, oscuro. No podía soportarlo. Cogió el paquete de cigarrillos que tenía siempre a mano, sacó uno y se lo encendió. La llama de la cerilla también era un golpe para sus ojos. Le encantaba el sabor tostado de esos cigarrillos. Siempre que su economía se lo permitía compraba un cartón y fumaba hasta que la cabeza le daba vueltas. Sabía que era excesivo, pero maltrataba su cuerpo desde que tenía uso de razón y lo seguiría haciendo hasta su, posiblemente, temprana muerte.

Decidió que esa mañana no tenía hambre, el cuerpo que había tendido a su lado se la había quitado. No recordaba su nombre. ¿Vanesa? ¿María? Daba igual, seguro que le había dado un nombre falso, como él hizo con ella. Cuanto menos supiera mejor. Aún así, le suscitaba curiosidad saber su nombre real. Aunque sólo fuera eso, un nombre, el cual no significaba demasiado, pues la identidad te la das tú mismo y no tu etiqueta. Rebuscó en el interior de su bolso como un maníaco, sólo por si encontraba su DNI. Nada, ni rastro. Era una desconocida. Tampoco se acordaba de cómo había sido en la cama. Demasiado ron. Le entristecía no recordar el polvo de aquella noche, se enorgullecía de dejarlas a todas afónicas, pero aquella vez no sabía si había pasado o no, no recordaba sus gritos de placer. Supo que hubo sexo por los cuatro condones usados del suelo, si no hubiese dudado. Fue a recogerlos, su visión le provocaba arcadas, y se dio cuenta de que uno de ellos estaba manchado de sangre. Asqueado, los tiró por la ventana. ¿Esa sangre cómo había llegado allí? Ah, sí, cuando la había matado aún lo llevaba puesto. Eso sí lo recordaba.

lunes, septiembre 12

Arrancarse la mano

Me arranqué la mano a mordiscos porque quería ver qué tenía dentro. Tardé menos que el segundero del reloj de la cocina en dar una vuelta entera. Un reto personal. Pero qué decepción, la sangre brotaba tanto que no podía ver nada. Solución: o esperar o intentar quitar la sangre con agua. Como a veces soy demasiado impaciente, opté por combatir rojo con traslúcido. Otra decepción, pues la sangre seguía saliendo y agua no hacía más que restregarla por todas partes, creo que la bañera antes era azul, pero no estoy segura. Era raro, no me dolía la mano, en mi cabeza la única sensación era de curiosidad. ¿Pero cómo quitar la sangre e inspeccionar? Decidí abrir un poco más la herida y, aunque saliera sangre, algo podía ver, estaba segura. Con el cuchillo más afilado de todos los cubiertos, fue abriendo poco a poco. Un río rojo iba desembocando en una marea de azulejos, en la cual me estaba hundiendo. No lo notaba, pues ya conseguía ver lo que había dentro, era pequeño, frágil, por eso lo rodeaban cosas tan grades y...en ese momento la marea me cubrió del todo y sólo podía ver el rojo de mi sangra agitándose violentamente por no estar donde debería estar.

Maldita curiosidad.

domingo, septiembre 4

Diálogos VII

- Perdóname, pero eres igual que la chica de mi libro.

- ¿Qué lees?

- No puedo acordarme, pero sé que eres tú.

- ¿Cómo puedes estar tan seguro de ello?

- ¿Cuando lees, no vives la historia? Es como si estuviera dentro de ella, como Sebastian en "La historia interminable", incluso hay veces que creo que pueden oírme los personajes que viven entre las páginas. Esa chica tiene tus ojos, tu boca, hasta tus gestos.

- Esos personajes no son sino fruto de tu mente. Cuando te la has imaginado como yo, ha sido pura coincidencia que se ha tornado locura al verme y compararme con ella.

- No, sé que eres tú y ya lo sabía antes de encontrarte aquí. Tu voz suena igual.

- Locuras. Los libros fomentan la imaginación. Cuando leo, mi mente se abstrae de tal forma que no sé lo que ocurre a mi alrededor, pero por mucho que me evada, soy consciente de que tú no eres un personaje de ningún libro y yo tampoco lo soy.

- En mi mente sí. Si hemos construido algo y ese algo nos lo encontramos en la realidad, ¿es una coincidencia? Yo creo que tú estás en esas páginas, no sólo porque mi cabeza te haya creado sino porque te estoy viendo y no hay nada que os diferencie, nada. ¿Estoy loco?

- Ya no sé si lo estás o la loca soy yo.

- ¿Eres...?

- ¿Cómo se llama la mujer de tu libro?

- Bien lo sabes.

- Entonces ya sabes la respuesta a todo.

martes, agosto 30

Calma


Hoy el mar está en calma. He vuelto a llegar tarde a la ola de las once; pero en cambio he visto una quietud casi imposible.

lunes, agosto 29

Una ola a las once

Desperté, y al saludar a la mañana desde la ventana, me di cuenta de que no llevaba ropa. Me sentía libre. Me desperecé sin ningún recato con las cortinas abiertas pero despacio. La luz parecía cubrir por entero mi piel. Cómo me gustaba esa sensación de ver pasar a la gente por la calle y que ellos no se percataran de mi mirada desnuda. Alcé un poco más los ojos para posarlos en el mar pues, aunque vivía lejos de él, había encontrado un hueco por el que se divisaba una ola a las once de la mañana. Llegaba tarde, eran las once y dos minutos. Se me había pasado la hora. Sin dilación, fui calle abajo. Nadie se fijaba en mí ni en mi desnudez. Era más libre aún. Despacio llegué a orillas del mar para ver mi ola; pero en vez de eso preferí sentirla. El agua estaba tan fría que no tardó nada en recorrerme. La sentí introducirse entre mis piernas y antes de que el escalofrío terminara, se puso a llover. El agua parecía querer besarme, pero no llegaba hasta mi boca ni con la ola más alta, así que metí la cabeza rápido, antes de que la lluvia se adelantara y lo conseguí.

domingo, agosto 28

Tormenta

Me hundo en tus palabras de papel mojado. Las imágenes se suceden deprisa, como si fuera una película de serie B. Una y otra; blanco, negro, azul; veo cuerpos retorcerse e intento distinguir el suyo, pero no veo ninguna cicatriz que me diga que ha estado ahí. Yo siempre escribo mi nombre en cada árbol que encuentro, por si se me olvida. Así, si dudo, sólo tengo que pasar por cualquier bosque y él me lo gritará bajito. No calienta. El sol brilla pero aún así tengo frío en la ropa. Ando descalza para no perderme el tacto de las cosas que me encuentro. Aunque me haga daño, no importa, tengo que seguir pisando, pues eso me hará ser más fuerte. Sigo teniendo frío...encenderé la luz.

sábado, agosto 27

De las manos al suelo

Busco resquicios entre mis dedos, intentando encontrar recuerdos que necesito para volver a respirar. Se me caen al suelo a causa de los temblores que sufren estas manos anhelantes, y se pierden en la oscuridad. Una linterna, por favor, una vela, una luz que me ayude a recuperar aquello que he perdido.

A gatas la desesperación me apremia, sabiendo que se fueron lejos y no los encontraré. Pero la mente humana rara vez acepta un hecho que no quiere ver, y seguí buscando sin luz, ya que nadie atendió a mis súplicas.

Una voz acaricia el aire y le dice que no busque hacia atrás, sino que mire a sus pies, ahí es donde hay que mirar. Y sabía que me lo decía a mí.

miércoles, agosto 24

Un metro

Ahora cada paso es como andar sobre clavos. La sirenita lo sufrió cuando optó por tener piernas; además de sin voz, notaba un terrible dolor cada vez que caminaba. ¿Quiere decir que cuando queremos algo que es un tanto inalcanzable siempre va a costarnos más que otras cosas?

Tengo la teoría de que el esfuerzo ya no gusta. Somos demasiado vagos y estamos acostumbrados a muchas comodidades como para movernos más de lo debido para alcanzar algo, aunque lo deseemos. Quizás por eso nos conformamos con lo que está a un metro de distancia y no queramos ver lo que hay más allá por temor a que nos guste más. Eso provoca que nuestra vista sea limitada, y hace que nos perdamos tantas cosas que nos pasan desapercibidas...un sonido que tiene otro color, una luz amarga y dulce. Sólo queremos ver lo que estamos acostumbrados a ver.

miércoles, agosto 17

Hoodoo

Me dije que tenía que volver a hacerlo y así lo hice. El año anterior, no sé por qué, me olvidé por completo. Puede que fuera el sueño o que una mosca atrajera mi atención de once a doce; me distraigo con facilidad.

Me preparé para el momento. Apagué la luz, abrí la ventana y dejé que sonara su voz. Por desgracia un andamio impedía la vista hacia el frente y unas nubes la impedían hacia arriba. Ni una estrella y tampoco la luna. Una lástima. Sólo se veía a una pareja en el parque de enfrente, ajenos a que los observaba mientras se sonreían y miraban. Irradiaban luz aunque no hubiese ninguna; y aunque la tentación me llevaba a que les robara un poco, decidí cerrar la persiana y dejarles brillar por sí mismos.

Seguí escuchando en la oscuridad un "come to be, how did it come to be" y pensé que aún no eran las doces. Entonces algo maravilloso ocurrió: la canción terminó, y en el último segundo, justo a la vez, el reloj dio la media noche. Me emocioné por la sorprendente casualidad y una sonrisa idiota se dibujó en el aire creando colores que nunca había visto.

Un comienzo extraño.

martes, agosto 9

Baldosas rojas

Te pedí que me devoraras y no lo hiciste. Mi boca, mis manos, mis ojos te lo estaban pidiendo con tanta fuerza que al otro lado se levantó una tormenta. Pero tú, tan amante de ti mismo, no tenías ojos para nadie más que para tu persona. Alimentando tu ego pasamos dos horas, hasta que ya no cabíamos en la misma estancia; así que me fui a buscar a otro que al mirarme también me viese.

Harta de tacones anduve descalza clavándome indiferencias y cristales, dejando un camino de baldosas rojas a mi paso. Y le encontré a él. Miraba a todas partes, perdido y sin saber que hacer. Le conduje entre mis piernas y le di una nueva ocupación. Pero pronto me aburrí de su mirada vacía que sólo me decía "dime qué hacer".

Volví a mi camino justo por donde lo había dejado. Esta vez tardé un poco más en encontrarle. Me arrancó la ropa tan fuerte que se hizo jirones; pero no importaba, allí no la necesitaba. Gritamos, sudamos...nos dieron las diez y las once, las doce, la una...y me volví a aburrir. Sus ojos no me decían nada, eran dos pozos sin agua.

Y yo tenía sed.

sábado, agosto 6

Aquí

Libros, libros por todas partes. Recuerdos. Miles de páginas de cosas vividas. He estado en guerras espaciales, en la edad media y también en el presente sin yo saberlo; he conquistado tierras, he sido un hombre, un asesino y una monja. Todo a la vez y también por separado. Me sangran las páginas. A veces no recuerdo ni lo que he hecho ni dónde he estado. En ese momento tengo que mirar a mi alrededor para averiguarlo. Recuerdo la vez que fui rata y estuve viviendo en una librería, alimentándome de las páginas de los libros que caían en mis manos. Luego me arrepentí de no haberlos leído antes. Recuerdo con cariño esa etapa de mi vida. Aunque nunca superará la vez que viví en Macondo y vi por primera vez el hielo. Espectacular visión. El chico de las mariposas debería haber estado allí en ese momento. Nunca olvidaré como revoloteaban a su alrededor, siempre fieles.

Pero lo que más recuerdo no lo encuentro en ningún libro, no está escrito en ninguna parte. Vive en algún sitio entre el sí y el no, volando como mariposas.

jueves, julio 21

Viento

Tengo tres macetas en la ventana de mi habitación. En una de ellas hay una flor roja que ahora se tambalea a causa de este frío viento de verano. Pero por mucho que sople, ella está ahí, siempre erguida, no la he visto caer ni una sola vez.

jueves, julio 14

Una ventana arriba

Hay una ventana muy grande a mi derecha. Por ella puedo ver el cielo casi a mi altura; con lo que no quiero decir que se esté cayendo, sino que me encuentro en un lugar alto. Las nubes están ahí, formando figuras. Veo un bicho que salía en Star Wars que ahora se está convirtiendo en un cerdo que corre, seguramente porque alguien le persigue para cortarle el cuello.

Parece que la ventana esté hecha para no ver el suelo y alejarse de lo mundano de ahí abajo: trabajadores, camiones y demás vehículos motorizados. No se ven, pero se oyen. Aquí no importa lo que hay debajo de nuestros pies. Cuanto más importante, además, más cerca del cielo. Por eso en las ventanas de arriba suele haber escarcha.

La gente que no está acostumbrada a subir padece temblores y cambios de color, además de un ataque repentino de falta de sensibilidad. Los que ya llevan tiempo allí no necesitan ropa de abrigo, hace tiempo que su sangre adoptó la misma temperatura que el ambiente; de ahí que sus venas sean de un color que no tiene ni nombre.

Aún estoy pensando en cómo puede llamarse. Puede que no lo necesite. A veces hay cosas que no precisan de nombre y aún así pueden existir. Un nombre es sólo algo que necesitamos para no perdernos en la realidad, pero no hace falta, las cosas ya son, las nombramos para expresarlas.

Ese color se quedará sin nombre, que cada cual le busque el suyo.

lunes, julio 4

El gato de Cheshire

Te dejo allí, mientras el sol desaparece entre las espesas nubes, provocando colores tan irreales que sólo pueden encontrarse en ese lugar.

Voy en mi coche, absorta con la voz de Ferreiro. "Tengo la tristeza siempre ahí escondida poniéndose guapa" dice. Acertada frase. Siempre lo he pensado. Ella está ahí preparándose por lo que pueda pasar y así salir en todo su esplendor. La luna no debe de pensar lo mismo pues sonríe como si fuese un gato siniestro. Cuanta menos luz hay, más se puede ver su sonrisa. La miro desde abajo, que es el único sitio desde donde puedo verlo todo, y la devuelvo la sonrisa: una cruel y burlona. ¿Y cómo me responde? Desapareciendo.

Creo que ese gato de ahí me sonríe raro.

lunes, junio 27

Un cuento para dormir

Érase una vez una pequeña muchachita que no conocía nada más que aquello que podía tocar. Para ello se había hecho de unos estupendos tapones para que no la molestara el ruido y de una magnífica venda que la protegía de toda fealdad. ¿Para qué ver y oír cosas que a uno no le gustan pudiendo simplemente tocar e imaginar lo que se quiera? Además, tampoco comía, no quería que un sabor amargo inundara su boca. Sólo tocaba, palpaba, acariciaba, sentía, golpeaba, cosquilleaba todo lo que encontraba a su paso. Así se sentía segura. Cuando quería algo, bastaba con extender la mano y allí estaba. Aprendió a satisfacer todos sus deseos con lo que tenía a su alcance, que se convertía en cualquier cosa. Así que siempre estaba contenta.

Esto despertó las envidias de la gente que no entendían su continua felicidad. Ellos solían ser desgraciados y más aún al verla a ella sonriente a cada instante. Se unieron en su odio y eso les hizo más fuertes. Ella, como no oía ni veía, no se daba cuenta de que una sombra crecía a su alrededor con garras sucias. La quitaron la venda y a eso siguió un grito, pues la muchacha se espantó al ver el mismo rostro desfigurado del odio; pero cuando le quitaron los tapones el grito se transformó en asombro. Todo era diferente a como se había imaginado. Se oían los gruñidos de la multitud pero por alguna razón le parecían curiosos. Nunca había escuchado una voz, ni siquiera la suya, y le parecían hermosas aunque gritaran de forma violenta. Y la luz...los colores. No sabía cuál era cuál pero todos brillaban, incluso esos que eran oscuros y permanecían en las sombras merecían la admiración de todos.

Apartó a la gente como pudo; empujó, mordió y gritó para zafarse de la multitud que quería acabar con su sonrisa. Y cuando lo consiguió, corrió tan rápido como pudo y se alejó del mundo y allí nunca más volvió a taparse los oídos ni a cubrirse los ojos, pero a cambio no dejó que nadie la viera jamás.

sábado, junio 25

Si, no, todo lo contrario

Raramente lo que veo y lo que capto se parecen. O sí...No, cuando digo sí quiero decir no. Y ese no es un sí.

Veo lo que me gustaría que fuera, pero cuando aparecen los resultados, no son como me esperaba. ¿Qué hacer entonces para conseguirlo? Aún no he podido responderme a esa pregunta. Quizás tenga que mirar una de mis fotos y convencerme a mí misma de que es lo que yo veía en ese momento.

He dejado abandonada a mi cámara por ese motivo. Me mira a veces desde lejos con ojos triste porque hace tiempo que no la toco, incluso la oigo sollozar cuando se cree que no me doy cuenta. Aunque no lo sepa pienso mucho en ella y a veces también la miro con ojos tristes.

jueves, junio 23

Diálogos VII

- ¿Qué pasa?

- Nada.

- Escondes algo.

- No escondo nada.

- ¿Entonces por qué te has sobresaltado tanto cuando he llegado?

- Me has asustado, eso es todo.

- No te creo, ¿y sabes por qué?

- ¿Por qué?

- Porque me has mirado con culpabilidad cuando me has dicho "nada". Por eso sé que mientes. Tus ojos lo dicen todo.

- Mis ojos no pueden decirte lo contrario a lo que te dice mi boca.

- Te equivocas. Tu boca intenta mentir, de hecho lo hace, peor tus ojos lo notan e intentan desvelar la verdad sin que tu boca se de cuenta. Por eso me miras así.

- Sólo ves lo que quieres ver.

- Sólo veo lo que tus ojos me dejan ver para que no sea tu voz lo único que tenga.

sábado, junio 18

Películas de miedo

Cuando era pequeña era muy miedosa. Solía dejar una luz encendida cuando no podía dormir o me atacaban los monstruos que había debajo de mi cama. También, con mucho valor, me decidía a atravesar el oscuro pasillo hasta llegar al cuarto de mis padres para intentar darles pena y que me dejaran dormir con ellos. Era extraño que me dieran seguridad. Ellos u oírles o simplemente sentir que estaban ahí. Los ronquidos ayudaban.

Ahora me he hecho mayor, y aunque ya no duermo con una luz encendida sigo teniendo miedo a muchas cosas. Mis monstruos de debajo de la cama ya no tienen sitio para esconderse, tampoco en el armario. Pero de vez en cuando les recuerdo. Sobre todo a causa de las películas. Vale, son películas, eso lo sé, pero no dejan de impresionar por muy malas que sean. Niños, viejas, payasos que aparecen de repente, fotos multicolor... Odio a los niños. Ayer tocó una y creo que nunca más. Hacía tiempo que no veía una película así.

Sigo siendo tan miedosa como la niña que se levantaba e iba al cuarto de sus padres a pedirles un hueco.

lunes, junio 6

Punto

Preciosas palabras, ingrávidas e irreales. Pero tan tristes...sólo me provocan tristeza por lo que veo en ellas. Detrás de esa belleza hay algo más de lo que sólo me doy cuenta yo, porque pertenece a mis circunstancias. Ojalá no estuvieran ahí, y las viera tal cual son. Pero mis ojos no quieren y mi cabeza no puede.

¿Unas frases pueden hacer que sientas dos cosas contrarias? Por un lado lo que dicen, por otro lo que te recuerdan. Quizás el recuerdo se imponga siempre y sólo quede un pequeño retazo de lo que realmente son.

Mis dedos no saben escribir hoy. Disculpas por ello. No me salen las palabras. Quizás mañana siga o no...o empiece con otra cosa. Sí, eso será lo mejor, dejar de lado ésto y posar la vista en otra cosa que llame más la atención.

sábado, mayo 28

Una metamorfosis

Mi maldito reloj biológico me la ha vuelto a jugar. A las ocho y media ya estaba despierta. Me dedico a dar vueltas por la cama sin saber qué hacer. Además, estoy nerviosa y no sé por qué. No, no es esa sensación, esta vez es otra. Pero me agobia igual. De hecho no sé exactamente el motivo y por mucho que lo busque no consigo saberlo. Me sigo revolviendo mientras voy cayendo más y más. Otra vez estoy en el suelo...sin mantas, sin ropa y nadie sabe que estoy ahí. No puedo gritar, la estampa es demasiado vergonzosa. Si alguien me viera tirada en esa postura tan imposible, directamente me taparía con una manta a la espera del olvido. Como lo que le pasó a Gregorio, cuando tuvo aquella extraña metamorfosis, nadie quería saber de él; hasta que ya no era ni el hermano ni el hijo, sólo era aquel insecto al que nadie quería acercarse.

Muchas veces he pensado qué pasaría si un día me levantara diferente, si mi cuerpo no fuera reconocible y sólo quedara de mí mi "alma" (alma: personalidad, mente...). Nos guiamos por apariencias, y si una resulta muy desagradable, por mucho que la esencia sea la misma en su interior, tenderíamos a apartarla. Relacionaríamos monstruo con alma oscura. Por eso las apariencias engañan, por eso alguien con un interior que te agrada parece que tiene más luz en su exterior.

Supongo que acabara como Gregorio, con un trozo de comida entre mi caparazón.

sábado, mayo 14

Debajo del agua

Necesito algo, una mano que me saque del agua. Llevo años buceando sin saber abrir los ojos, escuecen demasiado y prefiero mantenerlos cerrados. Sólo puedo imaginarme el mundo puesto que hace mucho que no le veo. Creo que sólo lo he hecho una vez y después...todo agua. Tengo que volver a la superficie y mirar a mi alrededor. Al principio no podré ver nada, todo me cegará, pero poco a poco mis ojos se irán acostumbrando a la luz y podré saber si mi imaginación se acercaba a la realidad. ¿La habré idealizado?

sábado, mayo 7

Sin faltas de ortografía

Hace mucho viento con uve. Está arrastrando todo lo que encuentra a su paso y no tiene piedad. Incluso me arrastra a mí, lo noto, hoy soy más ligera que ayer, pero aún está esa cosa ahí que nadie puede alcanzar. A veces palpita y brilla y se hace notar por encima de todo, hasta que ese todo dice "basta" y lo acalla con un fuerte ademán, tan fuerte que cuesta un largo tiempo llevarlo a cabo para que sea casi efectivo; pues no lo mata, sino que sólo lo calma por un tiempo.

Cuando estoy tumbada en la cama, cierro los ojos y lo busco. No descubro mis verdaderas intenciones, y por eso lo intento encontrar con cautela, pero siempre se esconde de mí tan bien que nunca puedo matarlo. ¿Qué hacer para acabar con algo que te golpea el pecho aunque esté en la cabeza? Aún no he encontrado respuesta para esa pregunta, quizás nunca la encuentre, quizás siga ahí siempre y no haya forma de sacarlo. 

Demasiado absolutismo con be.

lunes, mayo 2

Volver

Estoy volviendo, o eso creo. A ver si las sombras me dejan en paz de una vez o por lo menos que se corten las uñas.

Arañan.

sábado, abril 16

Eco

Eco era una ninfa que, castigada por Hera por entretenerla con su incesante charla mientras Zeus yacía con otras ninfas, sólo podía repetir las últimas palabras de los demás. De ese modo se apartó del mundo. Pero un día se encontró con un joven que estaba cazando en el bosque y se enamoró de él. Este joven, Narciso, era famoso por su increíble belleza y también por su crueldad, que a veces van ligadas. Rechazaba sin miramientos a cualquiera que se le acercara. Eco, incapaz de hablarle, decidió seguirle, hipnotizada por su belleza. Narciso, que se había separado de sus compañeros, se vio solo y gritó y una voz le respondió sus últimas palabras. Una y otra vez sólo le respondía una tenue voz que repetía lo que decía, hasta que él dijo "Ven" y la ninfa fue corriendo a su encuentro. Al verla, Narciso la rechazó como a tantos otros y lo hizo cruelmente. Eco, destrozada, vagó por el mundo siendo la viva imagen de la pena y la melancolía. Se fue consumiendo poco a poco por su dolor hasta que sólo quedó de ella su voz.

miércoles, abril 6

Voces perspicaces

Ayer en la cama se me ocurrió algo para escribir aquí, pero lamentablemente ya no lo recuerdo. Es de estas cosas que van surgiendo de repente y que si intentas plasmarlas en algún sitio, no vas a conseguirlo. Como viene se va y te sientes totalmente impotente por ello. Anoche mientras iban surgiendo párrafos en mi cabeza me dije que debería escribirlos en algún sitio, pero una voz me dijo que para qué, si no iba a poder, se me iba a olvidar todo.

A veces las voces son crueles, sobre todo esa. Su timbre incita al sueño y a la vez a la desesperanza. Te convence de todo aunque tú no quieras. Ahora mismo me está instando a que escriba, es curioso que lo haga justo en el momento en que planeaba abrirme la cabeza y sacarla de ahí. No hay nada peor que una voz inteligente. Se da cuenta de todo lo que planeas y te intenta entretener como sea para que se te olvide. Ella sabe que pasará, como anoche, se me olvidará y no sabré lo que tenía que escribir.

lunes, abril 4

Ejercicios involuntarios

Ya van tres veces en menos de dos semanas. Hacía mucho que no tenía esa sensación y cada vez me turba más. Mi conciencia se separa de mi cuerpo y me veo a mí misma desde otro lado, como si mis ojos no fueran míos veo lo que tengo alrededor como si fuera la primera vez. Intuyo las cosas, las observo y me pregunto si realmente están ahí, si yo soy la dueña de esos ojos que ven y si el que está a mi lado me habla a mí.

¿Cómo estamos tan seguros de que existimos? Descartes decía que el pensar es una prueba determinante de ello, pero a la vez decía que él dudaba de todo. Te dan un nombre y te dan existencia, te la imponen, pero ¿se puede dudar de ella? De pequeña me preguntaba cómo podía yo ser yo, cómo podía existir y me preocupaba pensando si no era fruto de la imaginación de alguien. No encontraba respuesta a mi existencia. Cómo podía pensar, sentir, hablar, reír, y cómo podían hacerlo otros que ligeramente se parecían a mí.

Desde lejos también me pregunto si mi vida es realmente esta. Cómo puede ser que sea de esa forma, cómo puedo seguir viviéndola si me estoy viendo desde otro lugar. De hecho, no me gusto, me caigo mal. Yo estoy teniendo esa vivencia sin que nadie lo sepa, mientras millones de personas tienen otras. Quizás sea la insignificancia de nuestra existencia la que me turba, ya que al mismo tiempo pienso que cada uno somos un mundo. ¿Pueden ir ligados ambos conceptos?

En definitiva, es un curioso ejercicio involuntario.

sábado, abril 2

Sin poder mover las piernas

Quiero ver más allá de las nubes que todo lo tapan. Quiero hacerlo, pero un pinchazo ahí en mi cabeza me echa para atrás. Doy un paso, avanzo, pero a la vez doy mil pasos hacia atrás sin darme apenas cuenta. Lo noto cuando tengo que forzarme a ir adelante pero mis piernas no se mueven.

Los días grises son para reflexionar, te dejan ver las cosas sin que te deslumbre la luz.

martes, marzo 29

Tiza

Casi me olvido de la tiza. No, aquí está. Me voy con ella casi corriendo hasta mi objetivo, mientras miro a un lado y a otro para que no me vea nadie. No quiero gente, necesito soledad, pero sigo teniendo la sensación de que alguien me observa. Escribo y escribo, mis dedos empiezan a rozar la superficie como avisándome de que ya es hora de acabar. Un poco más, me digo, y ya está. Pero parece no terminar. Mis dedos sangran pero no me doy cuenta de ello, quizás las palabras necesiten algo de vida y las humedezco con ella.

Terminé. Lo miro y en ese momento paro de sangrar. Mis dedos ya saben que no voy a escribir más ahí y descansan. Corro a refugiarme en cualquier sitio para que nadie sepa que he estado ahí, tenía que ser un acto invisible. Por el camino no me encuentro con nadie, pero empieza a llover. Quizás todo se borre con las gotas que caigan allí, qué efímeras las palabras, no han durado de pie ni una noche.

jueves, marzo 24

Miedo a la ventana

Mirar por la ventana ya no me abstrae como antes. Lo intento pero no lo consigo. Sólo me ciega la luz y no veo lo que hay allí fuera. Creo que también tiene algo que ver la gran suciedad que tiene y que hace que todo se vea distorsionado.

Necesitaba mi ventana.

Me ha despertado un sueño que se ha extendido a la realidad y no parezco una persona, no sé qué imagen proyecto a los demás, pero me temo que no debe de ser muy buena. Qué extraña sensación sería ir andando por la calle y que todos se aparten de ti con miedo; cuando alguien te tiene miedo puedes controlarle. Que te tema a una persona le hace vulnerable. Está pendiente de tus movimientos por si alguno de ellos se acerca demasiado a él. Ese es el momento de que huya con la cara desfigurada por el miedo o hacerse el muerto. Es tan irracional que sin querer le atrapas en tu juego. Vas, vienes, viendo cómo cada vez la desesperación es mayor.

Maquiavélico juego. Peligroso también. El miedo puede llegar a ser muy poderoso.

martes, marzo 22

Diálogos VI

- Quería enseñarte este sitio.

- Hagamos el amor ahora.

- No puedo, acabo de oler el mar después de mucho tiempo.

- ¿Qué importa? Yo huelo a primavera.

lunes, marzo 14

El hombre que convertía en nada

No sé qué escribir. Miro la pantalla en blanco y no veo letras que formen una frase que acaben convirtiéndose en párrafos con un ligero sentido. O no. Nada de lo que escribo aquí se entiende demasiado. O sí. Yo me entiendo e intento que los demás se pierdan un poco en mis palabras. Cada uno debería dar el significado que quiera a lo que lee. Pero esta vez nada puedo ofrecer. Podría escribir sobre alguien que sueña con fotos, pero no sería una historia inventada y sería un poco como hacer trampas. Podría escribir también sobre un hombre enamorado de una mujer sin rostro, de una sombra que nunca vio; pero también es trampa, lo leí hace poco.

Me he quedado sin imaginación, me temo.

Como aquel hombre que, para apoderarse del talento de los demás, les sumía en una profunda oscuridad permaneciendo a su lado tanto tiempo como fuera necesario. Tal era su falta de todo, que cuantos le rodeaban acababan sin energía, prácticamente sin vida, sin opiniones ni ideas, sin sueños ni palabras inventadas. No se daban cuenta porque poco a poco dejaban de pensar y no eran conscientes ni de sí mismos. Ese hombre no ambicionaba el talento de sus víctimas, sino que simplemente les envidiaba y no quería que otros tuvieran lo que él no podía poseer. Por eso les convertía en nada.

jueves, marzo 3

Título

Anoche me ocurrió algo muy extraño, veía conspiraciones por todas partes. Aún hoy sigo dudando de si lo que pensaba era cierto o no, demasiadas casualidades que diría una persona psicótica. Mi cabeza se volvió loca y no paraba de pensar cosas que no existían, pero para mí tenían todo el sentido del mundo y a la vez no tenían ninguno. Entonces recordé que una vez leí que la razón sólo servía para analizar la realidad en calma y me tranquilicé pensando en ello.

Nos bajan la velocidad en las carreteras y yo loca por cosas imposibles.

Nos estamos convirtiendo en una dictadura con piel de cordero. No dejan de decirnos lo que tenemos que hacer, como si fuéramos seres sin cerebro. ¿Qué importa que suba la gasolina? Eres tú el que paga, por lo que ya te cuidarás de ir como te dé la gana por la carretera, lento o rápido, según tu conciencia te aconseje y tu bolsillo te implore. Nos tratan como a niños desorientados que no saben cómo afrontar un problema. Pero es que ellos están más perdidos que el resto...Nos mandan y nos dejamos mandar, por eso nos siguen mandando hasta que un día no sepamos ni atarnos los cordones de los zapatos si no hacen una ley que lo regule.

martes, marzo 1

No veis más allá

¡Malditos seáis! Sólo intentáis apartarme de mi camino. Hace unas horas dudaba sobre qué es lo que podría hacer y cómo podría arreglármelas llegado el caso, pero cuando oí vuestras palabras todo se hizo claro. Pienso seguir por donde estoy yendo, no voy a desviarme. Quizás mi cabeza no funcione del todo bien, puesto que mi decisión se ha hecho firme al situaros en el otro extremo. No...no es cierto, mi posición es la que yo quiero. Me ha costado mucho tiempo llegar hasta aquí y ahora no voy a irme y verlo desde lejos con anhelo. Vuestras voces me dan soluciones alternativas que no son plausibles, implicarían un instantáneo dejar de vivir, dejar...dejar...dejarlo todo por nada.

Me quedaré aquí, pues si me voy desaparecerá todo, sobre todo las sonrisas de mi rostro.

sábado, febrero 26

Diálogos V

- Déjame tocarte.

- Dame tu mano y yo te guiaré.

- Quiero ser yo quien marque el camino.

- Si lo marco yo, no sabrás hacia donde vas.

- Prefiero que tú camines a oscuras y no yo. Quiero hacerte sufrir.

- Fíjate en mis ojos y verás un sufrimiento constante. Además, sé que te irás nada más tocarme. Soy un molde con el que jugar.

- No juego contigo, te estudio e inspecciono con mis manos. Me gusta tocar cada rincón de ti y luego dejarte ahí, usada y confusa, con esa expresión extraña que siempre adoptan tus ojos. Nunca he sabido qué es.

- Es triunfo. Yo uso tanto tus manos como tú mi cuerpo. Necesito que me moldeen y tú algo que moldear. Barro y arte, una buena combinación, sobre todo los días de lluvia.

- Túmbate, no puedo aguantar más sin tocarte.

- No, tu mirada hoy no me gusta. He creído ver amor.

- Vete al cuerno. Buscaré otro cuerpo que estudiar.

- Desapareció, ahora veo angustia. Ven, dame tu mano, yo te guiaré.

miércoles, febrero 23

Cuando tu voz es muda

Un día las palabras te molestan más de lo debido. Escuecen cada vez más. Pues si no liberas a las que enfrían tu garganta, las que te van llegando no dejarán de quemar. Con gran dificultad expulsas ese hielo, te cuesta, pero lo haces. Las manos que lo reciben no saben qué están tocando, tienen que mirar con verdadera atención para comprender. De esa forma la temperatura vuelve a su estado natural. Tus cuerdas vocales vuelven a vibrar, tu piel ya no conserva las heridas.

Ya puedes gritar.

sábado, febrero 19

Dos relojes a la vez

Se ha ido el calor, la cama me resulta demasiado grande. Me deslizo hacia el medio intentando absorber todo lo que queda de lo que se acaba de marchar, que no es mucho, pues el tiempo lo ha ido enfriando poco a poco. Oigo el tiempo. Tumbada allí escucho dos agujas sincrónicas que vienen de relojes diferentes. Uno a cada lado de mi poca persona. Lo hacen a la vez, sin descompasarse una milésima de segundo. Pretender abstraerme con su equilibrio y lo consiguen. Como alienada invento una melodía que no tiene notas, tan sólo un ritmo, siempre el mismo. Soy consciente de que lo que hago es involuntario, una fuerza mayor me obliga a ello, pero aún así sigo, no tengo fuerza de voluntad para enfrentarme a ese sonido tan armonioso. Tic tac. Mis dedos no pueden separarse del pentagrama de mi pierna. Y como vino, se fue, armonioso y sincrónico, sin rastro de la melodía ni de su equilibrio.

viernes, febrero 4

7:35 de la mañana

Un día a alguien se le ocurre hacer una broma un tanto macabra por internet y todo el mundo se revoluciona. Insultos por aquí, amenazas por otro lado, cócteles molotov sobrevolando su cabeza haciendo que viva pendiente de que no se la vuelen.

Intolerancia lo llamaría yo.

Pero la gente cree que existe la libertad de expresión. Entonces...¿qué ocurre? Sólo gustan aquellas opiniones que sean acordes con nuestros pensamientos correctos. Si alguien piensa de forma un tanto bestia directamente le marginamos y le tildamos de monstruo. ¿Dónde queda la argumentación? Nos escandalizamos demasiado con ciertos comentarios, sean jocosos o serios. No los queremos, nuestros ojos no están preparados para ellos pues dañarían nuestra falsa moral.

Lo terrible de este asunto es que cada vez va a más. Somos otro régimen opresor sólo que con distintas ideas. La gente se vanagloria de la libertad que impera pero no es cierto, es una sombra de algo que nunca existió. ¿Por qué alguien no puede decir que está de acuerdo con esta o esta otra idea? Quizás estemos completamente en desacuerdo, pero es su opinión. ¿Por qué no argumentar y conversar para hacerle ver tu punto de vista? El asunto nunca funcionó así...es mejor poner el grito en el cielo y señalar con el dedo porque eso que ha dicho no es políticamente correcto. ¡A la hoguera!

Nos acabaremos ahogando en un mundo cargado de buenas intenciones.

lunes, enero 31

Notas

Suena una canción pero tardo una eternidad en identificarla. Cuando me doy cuenta de cuál es, observo mi reacción y veo que ha cambiado por completo. Lo que un día significó para mí, ahora ya no es nada. Suenan las notas, oigo la voz, muevo la mano en son del ritmo pero ya no es igual, ahora es sólo una canción más, no tiene especial importancia. En aquella época se inundaba el coche con los primeros acordes de la melodía, me abstraía y me hacía pensar demasiado. Ahora todo ha cambiado. Ya no siento lo mismo; ahora mis circunstancias han hecho que considere especiales otras canciones. Sí, hay otras que me provocan esas mismas sensaciones, pero son otras y no esa que sonaba dentro del coche y que de repente ya no me decía nada. Puede que las canciones representen épocas y nos muestren cambios. Cuando una canción fracasa en su original impacto, es que en cierto modo algo ha cambiado en ti, sea bueno o malo. Yo aún estoy decidiendo de qué tipo es el mío...

viernes, enero 28

Dormir sin un ojo abierto

Últimamente tengo sueños muy extraños. Y aunque sea de la opinión de que los sueños no tienen ningún significado oculto, me levanto turbada. Me pregunto por qué mi mente relaciona las cosas así y me respondo que será porque estoy mal hecha. A veces un sueño es tan incoherente que incluso me asusto de mí misma o me levanto riéndome por la situación después de haber pasado un tiempo de asimilación. No creo en su significado, nunca lo he creído. Creo que la mente va relacionando cosas que has vivido, sentido, pensado, visto a lo largo de tu vida y nunca sabes lo que puedes llegar a encontrarte: tu casa, pero que esté como cuando eras pequeño; una persona conocida con la que prácticamente nunca has hablado; alguien de tu colegio; un chupachups usado...Buscamos el significado de algo que no lo tiene, por eso lo queremos con tanta fuerza, porque algo inexplicable es incocebible para nosotros. Simplemente soñemos turbiamente y extrañémonos de nuestras mentes.

lunes, enero 24

Cabizbajo frente a una ventanilla

Me encuentro en un coche con un ser que no habla ni creo creer que me entienda. Intento entablar conversación aún sabiendo que en realidad es probable que esté hablando sola. Pero yo lo intento, por si me oye. No lo parece pues ni me mira, se dedica a mirar por la ventanilla, atento a cualquier ruido externo al que, de hecho, tampoco es que haga demasiado caso. Impertérrito a mis palabras. Entonces le miro la cara y me doy cuenta de que es la viva imagen de la tristeza, y eso ligado a mi ya precario estado de ánimo no es lo ideal para un día gris. No puedo dejar de mirarle buscando algo que pueda hacerle sentirse mejor sin mucho éxito. Qué le harán hecho, pienso, para que esa cara no desaparezca. Le abandonaron, sólo conozco ese dato y creo que es suficiente para tal melancolía.

jueves, enero 20

Diálogos IV

- ¿De qué color es el cielo?

- Es blanco para mí, mis ojos no se acostumbran a tanta luz.

- Yo lo veo marrón.

- ¿Marrón? Nunca había escuchado tal afirmación.

- Cuando alzas la vista al cielo, éste se refleja en tus ojos y me da tiempo a observar cómo se vuelve marrón con ellos.

miércoles, enero 12

Posición fetal

Después de estar un rato tumbada en la cama con el libro ante mis ojos, decido cerrarle y me dispongo a dormir. Entonces empieza el ritual. Me pongo de costado, casi al borde de la cama, aunque se diga lo contrario; flexiono las piernas hasta prácticamente tocar mi pecho y coloco los brazos de una forma imposible. Siempre duermo así. De hecho necesito taparme cual gusano en su capullo para poder dormir tranquila. Me siento segura. Quizás sea un recuerdo olvidado de mis meses en convivencia con mi madre. Puede que allí es donde más segura me sentía, puesto que no había nadie más que yo y unas voces que se oían a lo lejos. Creo, además, que inconscientemente recreo ese momento cada noche, sin obviar ningún ínfimo detalle: la postura, el calor, la oscuridad e incluso el silencio. Y es en mi cama y no en otra donde puedo hacerlo (las imitaciones son odiosas). Sólo allí segundos antes de dormirme me veo lejos del mundo, como si nunca lo hubiese tocado.

Puede que por eso duermo, según dicen, sonriendo.

sábado, enero 8

Ruidos

Conduciendo hacia mi casa la música me resultaba diferente. Agudizo el oído y noto un ruido extraño que se mueve por el coche. Es muy leve, casi un susurro imperceptible. Le tapo la boca al cantante en mitad de una frase y lo escucho: "lo odio, lo odio, lo odio, lo odio, lo odio..." sin darme cuenta de que proviene de mi boca.

miércoles, enero 5

Unos versos en un garaje

Con la mochila a cuestas caminaban por un pequeño gran pueblo de nombre...bueno, eso en realidad no importa demasiado en esta historia. Un nombre es sólo un nombre. El sol brillaba y a veces también llovía, algo no muy extraño durante esos días. Luces y sombras se encontraban por doquier sin conocer los caminantes qué era lo que imperaba ahí donde pisaban. La joven vomitaba cada paso, sangraba cada movimiento. No dejaba de pensar que no podría continuar pero terminaba la jornada y al día siguiente volvía a empezar. Aún así la tristeza se apoderó de ella, no notaba dónde pisaba ni veía lo que miraba. Pero entonces oyó una voz que los llamaba: un anciano en la puerta de un garaje a entrar les invitaba. "Quieren robarnos" pensó. Pero aún así se acercaron, él con curiosidad, ella demasiado cansada para decir que no a nada. "Si me roban al menos me libran de este peso". Pero el hombre era todo inocencia. Sólo quería un poco de conversación y algo de compañía. La joven estaba distraída, su mente se nublaba y casi no veía. Entonces el anciano le dijo al joven que la acompañaba "¿Le recitamos unos versos?" Hablaban de sus ojos, pero...¡maldita memoria! Sólo queda ya la sensación de ese momento, del Don Juan octogenario mirándola fijamente y del peso que de forma inexplicable se tornó inexistente.

lunes, enero 3

Caminando

Una llamada. Día tranquilo. Salgo de casa y me dirijo andando hacia mi destino, donde me esperan. Voy, como habitualmente desde hace un tiempo, concentrada en mis movimientos y a la vez, como siempre, pensando en infinidad de cosas; una de ellas me sorprende: me apetece un té.

Noto cómo mis piernas dan cada paso, las siento vibrar con cada nuevo que doy. No era tan consciente de mi cuerpo desde hacía mucho tiempo. Entonces me interrumpe algo, un olor. Tu olor. Me sobresalto al notarlo tan de golpe. Sé que no estás pero te noto, tu aroma está ahora justo donde estoy yo. Se confirman mis sospechas; los olores pueden provocarnos multitud de reacciones sin que nos demos cuenta. Y tu olor...quería conservarlo conmigo pero el tiempo no me lo permitió. Seguí caminando cambiando totalmente mis pensamientos. Ese olor...tan efímero pero tan fuerte.