sábado, abril 16

Eco

Eco era una ninfa que, castigada por Hera por entretenerla con su incesante charla mientras Zeus yacía con otras ninfas, sólo podía repetir las últimas palabras de los demás. De ese modo se apartó del mundo. Pero un día se encontró con un joven que estaba cazando en el bosque y se enamoró de él. Este joven, Narciso, era famoso por su increíble belleza y también por su crueldad, que a veces van ligadas. Rechazaba sin miramientos a cualquiera que se le acercara. Eco, incapaz de hablarle, decidió seguirle, hipnotizada por su belleza. Narciso, que se había separado de sus compañeros, se vio solo y gritó y una voz le respondió sus últimas palabras. Una y otra vez sólo le respondía una tenue voz que repetía lo que decía, hasta que él dijo "Ven" y la ninfa fue corriendo a su encuentro. Al verla, Narciso la rechazó como a tantos otros y lo hizo cruelmente. Eco, destrozada, vagó por el mundo siendo la viva imagen de la pena y la melancolía. Se fue consumiendo poco a poco por su dolor hasta que sólo quedó de ella su voz.

miércoles, abril 6

Voces perspicaces

Ayer en la cama se me ocurrió algo para escribir aquí, pero lamentablemente ya no lo recuerdo. Es de estas cosas que van surgiendo de repente y que si intentas plasmarlas en algún sitio, no vas a conseguirlo. Como viene se va y te sientes totalmente impotente por ello. Anoche mientras iban surgiendo párrafos en mi cabeza me dije que debería escribirlos en algún sitio, pero una voz me dijo que para qué, si no iba a poder, se me iba a olvidar todo.

A veces las voces son crueles, sobre todo esa. Su timbre incita al sueño y a la vez a la desesperanza. Te convence de todo aunque tú no quieras. Ahora mismo me está instando a que escriba, es curioso que lo haga justo en el momento en que planeaba abrirme la cabeza y sacarla de ahí. No hay nada peor que una voz inteligente. Se da cuenta de todo lo que planeas y te intenta entretener como sea para que se te olvide. Ella sabe que pasará, como anoche, se me olvidará y no sabré lo que tenía que escribir.

lunes, abril 4

Ejercicios involuntarios

Ya van tres veces en menos de dos semanas. Hacía mucho que no tenía esa sensación y cada vez me turba más. Mi conciencia se separa de mi cuerpo y me veo a mí misma desde otro lado, como si mis ojos no fueran míos veo lo que tengo alrededor como si fuera la primera vez. Intuyo las cosas, las observo y me pregunto si realmente están ahí, si yo soy la dueña de esos ojos que ven y si el que está a mi lado me habla a mí.

¿Cómo estamos tan seguros de que existimos? Descartes decía que el pensar es una prueba determinante de ello, pero a la vez decía que él dudaba de todo. Te dan un nombre y te dan existencia, te la imponen, pero ¿se puede dudar de ella? De pequeña me preguntaba cómo podía yo ser yo, cómo podía existir y me preocupaba pensando si no era fruto de la imaginación de alguien. No encontraba respuesta a mi existencia. Cómo podía pensar, sentir, hablar, reír, y cómo podían hacerlo otros que ligeramente se parecían a mí.

Desde lejos también me pregunto si mi vida es realmente esta. Cómo puede ser que sea de esa forma, cómo puedo seguir viviéndola si me estoy viendo desde otro lugar. De hecho, no me gusto, me caigo mal. Yo estoy teniendo esa vivencia sin que nadie lo sepa, mientras millones de personas tienen otras. Quizás sea la insignificancia de nuestra existencia la que me turba, ya que al mismo tiempo pienso que cada uno somos un mundo. ¿Pueden ir ligados ambos conceptos?

En definitiva, es un curioso ejercicio involuntario.

sábado, abril 2

Sin poder mover las piernas

Quiero ver más allá de las nubes que todo lo tapan. Quiero hacerlo, pero un pinchazo ahí en mi cabeza me echa para atrás. Doy un paso, avanzo, pero a la vez doy mil pasos hacia atrás sin darme apenas cuenta. Lo noto cuando tengo que forzarme a ir adelante pero mis piernas no se mueven.

Los días grises son para reflexionar, te dejan ver las cosas sin que te deslumbre la luz.