jueves, diciembre 29

Sueños

Anoche tuve un sueño muy extraño. Más que extraño, era muy real. Últimamente lo que veo cuando estoy dormida no son cosas inverosímiles, sino que me resultan familiares y mis reacciones, porque siempre salgo yo en el sueño, son las mismas que las que hubiese tenido en la realidad.

Primero un sueño conocido de algo más conocido aún. Palabras escondidas y encontradas, los latidos llamando descontrolados, angustia al despertar. Todo ello en menos de un momento. Me desperté pensando que me había pasado de verdad. Y puede que sí, pero no así. Odio a veces recordar. Una vez vi una película en la que experimentaban con la memoria. Si no querías tener un recuerdo traumático de tu vida, te lo borraban, pero te dejaban pruebas y escritos de que eso había pasado, por si querías volver atrás. A veces pienso que es lo que necesito, al menos por un rato, no recordar.

Volví a dormir malamente y sin ganas después del primer sueño. Y volví a soñar. Esta vez estaba en una especie de prisión en cuyo suelo había huellas de animal. Las seguía y me encontraba con un hombre cuyos ojos estaban casi salidos de sus órbitas. Me contaba que había convertido sus genes de neandertal en los dominantes, pero que yendo más allá, había querido coger sus más antiguos genes para sacarlos a la luz. El resultado era grotesco. Su cuerpo no estaba preparado para esa transformación.

Me desperté y no volví a soñar.

martes, diciembre 27

Búsqueda

El sol no salía por mucho que intentara espantar las nubes. Seguían allí, siempre anidadas en el cielo. Soplaba, asustaba e incluso gritaba pero no conseguía nada. Ni la psicología inversa daba resultado. El sol se estaba yendo y tenía que aceptar ese hecho. Así que, por muy duro que le pareciera, intentó asimilar su nueva inusual situación. Pero era aterrador. ¿Cómo no podía haber sol? ¿Dónde estaba la luz que tantas veces había buceado en su piel? La luz...era lo que más echaba de menos. A veces podía llegar a quemar pero otras, hiciera frío o calor, paseaba con ella donde quiera que fuera. Ahora lo único que veía eran sombras, cada cual más grotesca que la anterior. A veces incluso parecía que se burlaban de ella por buscar desesperadamente el sol. Pero...si estaban allí las sombras era porque aún quedaba algo de luz. Sin ella no hay formas oscuras, no pueden existir.

Cada día iba a un sitio diferente a mirar el cielo y a buscar un pedacito de luz que se colara entre las nubes. Pero era muy difícil. Unas veces las nubes parecían querer tocar la tierra y se acercaban demasiado dificultando el camino y la visión; otros, dejaban escapar una torrencial lluvia que se colaba en todas partes, ni la voluntad permanecía seca ante tal despilfarro de agua.  Su esperanza se alejaba cada vez más, hasta que un día notó que las sombras eran más evidentes de lo normal, eso quería decir que había más luz; y entonces lo encontró: un pequeño hueco entre una nube de gran tamaño por donde se colaba un haz de luz de forma casi imposible. Dejó que su calor le tocara la mano y aunque era muy pequeño, lo notó. Le era tan familiar...

Pero al día siguiente, al despertar, la nube era frondosa y la luz no estaba. A partir de ese momento se dedicó a vagar por el mundo buscándola, a veces no tenía que moverse del sitio para ello, con recordar le bastaba. La volvió a encontrar en tantas ocasiones que perdió la cuenta, y nunca dejó de buscar.

domingo, diciembre 18

Sin título II

Cuando nos vamos apagando lentamente somos sombras, pero la luz que hemos ido dejando a lo largo del camino puede ser vista con facilidad si no cerramos los ojos. Nuestras pisadas dejan marcas en la nieve, y cuando hemos querido un poco de sombra bajo un árbol hemos dejado nuestro paso también, al igual que en la arena o simplemente en el aire, nuestro aroma viaja; a alguien puede llegarle de repente y, aunque no sepa de quién es, sabe que es de alguien que está en alguna parte.

Las fotos nos hacen recordar esas marcas. En ellas vemos lo que aún somos y lo que está debajo de toda esa sombra que nos consume. Sonrisas, muecas, abrazos...vida. Recordemos, que no se pierda la luz.