Pasaron tres días fumando y bebiendo en aquel lugar. Crearon un mundo de vacío y humo denso que no quería escapar. Se miraron una vez más sabiendo que no podían alargar esa situación. Como por agradecimiento, quizás por un intento desesperado de amarse aunque no sintieran nada y de sentirse uno en ese ambiente que habían construido, deshicieron la cama con tan poca pasión como la hicieron la mañana siguiente.
Un te quiero silencioso y un adiós. Otra mirada. Se alejaron el uno del otro tomando caminos distintos para no volver a verse. Lo que habían hecho juntos no quisieron ponerle nombre, tampoco querían ponerle otras caras. No lo repitieron entre ellos, pues no se encontraron, y tampoco con otros, pues no sería lo mismo. Se quedó ahí, un recuerdo con un jersey de lana, abrigado para que no se enfríe con las nieves.