viernes, septiembre 14

Niños interiores

Me gusta alimentar a mi niño interior, que no se muera nunca de hambre. Si bien ya no ocupa todo el espacio, hay un gran hueco para él. Y es que no entiendo por qué se les deja morir. Se llega a una edad y se pierde toda la inocencia, la diversión o la inconsciencia de hacer algo sólo porque sí. En ese punto lo importante ya es el trabajo, alcanzar una madurez mental y dejar de hacer "cosas de niños". ¿Por qué?

En "El principito" lo explicaban muy bien. La gente mayor se preocupaba por las finanzas o la política en exclusiva, y veían un sombrero donde en realidad había claramente una boa que se había comido a un elefante. Crecer no significa perder la luz y la sonrisa ingenua. Podemos seguir conservándolo y hacernos mayores, ser viejos con un haz de luz en los ojos. Veo y oigo a gente a mi alrededor que se han vuelto grises. "Ya tenemos una edad" dicen; "no podemos seguir comportándonos como niños". ¿Quién decidió que crecer significaba volverse gris? Es evidente que alcanzamos cierta madurez mental, empezamos a cargar con responsabilidades y nos volvemos más independientes de nuestros lazos paternales; eso no nos da derecho a matar al niño que hemos sido toda la vida, podemos conservarlo, como parte de nosotros. Él será el que nos diga que ver dibujos aún es genial, el que salte con nosotros y se manche comiendo helados.

No perdamos eso...no seamos un hombre gris más de tantos.

martes, septiembre 11

Diálogos IX

- No puedes pasar por aquí.

- ¿Por qué no? Llevo viendo desde muy lejos que has dejado pasar a muchos, no entiendo por qué yo soy diferente.

- El camino ya está demasiado transitado por ahora, necesita un respiro. Toma otro o espera.

- No puedo esperar aquí a que me dejes pasar. He venido desde muy lejos, siempre viendo esta bifurcación, no sé hacia dónde ir ahora.

- Ese es el problema de los hombres, hacéis planes sin sospechar siquiera que podrían salir mal. Os ilusionáis con algo que aún no tenéis, para luego sorprenderos cuando os dais cuenta de que no habéis podido llegar hasta ello.

- La ilusión nos alimenta. No podemos vivir sintiendo que todo saldrá mal, entonces, ¿cómo creceríamos? No habría retos, ni esfuerzos para algo en apariencia inalcanzable. Si nos decepcionamos es porque no nos gusta caer después de haber volado. Quizás nos dejemos llevar, como Ícaro, pero es que el calor del sol es demasiado atrayente.

- El calor también quema.

- Cierto, pero merece la pena. La marca te recuerda lo que hiciste, para que te sientas orgulloso o para escarmentarte. ¿Quién no tiene heridas en su piel? Mi camino era éste, o al menos yo lo pensaba así. Ahora estoy perdida.

- Tienes muchos más. Los hombres tampoco sabéis ver lo que os rodea. Miles de posibilidades hay a vuestro alrededor y os obcecáis con una; y si no funciona os sentís perdidos. Yo os digo que sois unos débiles. No te hace falta más que abrir los ojos. Y aunque te vuelvas a encontrar el camino cerrado, habrá otros, quizás apartados, quizás se encuentren de casualidad, pero los hay.

- No es tan fácil encontrar un camino que seguir. Incluso mirando con atención. Pero quizás empiece de nuevo.

jueves, septiembre 6

Sentarse

No tiene ningún sentido esperar de pie ni sentado a algo que no llega. Mirar al horizonte, creyendo que el momento se acerca, pero no pasa nada más que el viento. Sí, te mece, pero también da frío. Pero somos así. Yo soy así. A veces espero, consciente del masoquismo del hecho, pero no puedo evitar sentir un atisbo de optimismo al pensar que algo va a suceder. Entonces pasa el tiempo y sigo ahí, en el mismo lugar donde me quedé y pienso que por qué no avanzo yo sola, que sé perfectamente que puedo, y mientras mis pensamientos me rondan, sigo esperando. Me he esforzado tanto por continuar y empujarme a mí misma, que necesito un respiro para coger de nuevo fuerzas. Estoy cansada, así que voy a sentarme en el camino. ¿En cuál? No lo sé. No sé si voy a esperar algo o no. Terminaré el libro que estoy leyendo y me abstraeré de todo. Si algo llega, que me grite fuerte.


sábado, septiembre 1

Los múltiples usos de una ventana

Las ventanas nos cuentan historias. Nos dicen de dónde vienen y cuándo empezaron a estar allí. Nos relatan quienes las abrieron despacio o quienes las cerraron de golpe. Nos informan también sobre aquellos que, suspirando, se apoyaron en ellas para observar lo que había fuera.

Y es que también nos enseñan el mundo. Nos dejan ver lo que hay al otro lado e incluso más allá. A través de ellas podemos ver cómo la luna se torna azul o cómo las nubes ciegan las estrellas. En ocasiones nos permiten estudiar a la gente que pasa por delante de ellas, y escenas que forman en el espacio que tu vista alcanza. Podemos enamorarnos fugazmente u odiar sin motivo delante de las ventanas. Están ahí para enseñarnos a mirar.